Un hallazgo en Georgia reescribe la historia humana: los fósiles podrían pertenecer a dos especies distintas que migraron juntas

Durante años nos han contado una historia bastante clara —y cómoda— sobre nuestros orígenes: una sola especie humana, el Homo erectus, salió de África hace casi dos millones de años y empezó a conquistar el mundo. Un relato sencillo, casi épico.

Pero la ciencia tiene la mala costumbre de desmontar las historias bonitas cuando aparecen nuevas pruebas. Y esta vez, las pruebas son… unos dientes.

En un rincón de Georgia llamado Dmanisi, a los pies del Cáucaso, se encontraron hace décadas varios fósiles humanos con una antigüedad de 1,8 millones de años. Desde el principio llamaron la atención por algo inquietante: eran demasiado distintos entre sí. Algunos cráneos eran grandes y robustos; otros, más pequeños y estilizados.

La explicación clásica fue rápida: “es dimorfismo sexual, como en gorilas; machos grandes, hembras pequeñas”. Caso cerrado.

O no.


Cuando los dientes hablan más que los cráneos

Un nuevo estudio acaba de reabrir el debate desde un lugar poco habitual: la dentadura. Y no es casualidad. Los dientes son auténticas cápsulas del tiempo: se conservan mejor que otros huesos y apenas se deforman con los siglos.

Los investigadores midieron con precisión la superficie de molares y premolares de los fósiles de Dmanisi y los compararon con más de 1.500 dientes de otros homínidos, desde australopitecos hasta humanos modernos.

El resultado es incómodo para la teoría tradicional:

👉 al menos uno de los individuos de Dmanisi se parece más, por sus dientes, a homínidos muy primitivos que al género Homo.

👉 los otros, en cambio, encajan claramente dentro de especies humanas más “modernas”.

Dicho de forma sencilla: no todos parecen pertenecer a la misma especie.


¿Dos especies humanas en el mismo lugar y al mismo tiempo?

El fósil más robusto, conocido como D4500, no solo tiene dientes más grandes, sino que su forma recuerda a especies anteriores al Homo erectus. Incluso conserva una muela del juicio enorme, algo típico de homínidos más antiguos.

Los otros dos individuos analizados se agrupan entre especies humanas más evolucionadas.

Esto ha llevado a algunos científicos a plantear algo fascinante: en Dmanisi pudieron convivir dos especies humanas distintas, a las que provisionalmente llaman Homo georgicus y Homo caucasi.

No sería un simple “macho y hembra”. Sería diversidad humana real.


Entonces… ¿salimos de África en grupo?

Si esta hipótesis se confirma, cambia bastante el guion.

La salida de África ya no sería una única migración ordenada protagonizada por una sola especie, sino un proceso mucho más caótico, con distintas poblaciones humanas explorando nuevos territorios en momentos distintos.

Algunos quizá salieron antes, con rasgos más primitivos. Otros después, mejor adaptados. Algunos prosperaron. Otros desaparecieron.

Como casi todo en evolución, no fue una línea recta, sino un camino lleno de bifurcaciones.


Por qué este hallazgo importa más de lo que parece

Puede parecer un debate técnico, pero en realidad toca algo muy profundo:

👉 no venimos de una historia simple

👉 nuestros orígenes son más diversos de lo que creíamos

👉 hubo más protagonistas en el inicio de la aventura humana

Y lo más bonito es que todo esto no se ha descubierto con grandes cráneos espectaculares, sino con algo tan cotidiano como unos dientes fósiles.

Pequeños detalles que, millones de años después, siguen teniendo mucho que decir sobre quiénes somos… y de dónde venimos.

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